La inversión de impacto tiene como objetivo tanto el impacto positivo medible (beneficio social y medioambiental) como la rentabilidad ajustada al riesgo y a las tasas de mercado. Realmente, la inversión de impacto existe desde los años sesenta con las primeras iniciativas bajo el paraguas de las microfinanzas y no fue hasta el año 2007 cuando se empezó a formalizar el concepto, como constata Social Enterprise España.

Diez años después, el informe sobre el sector de 2017 publicado por Global Impact Investor Network (GIIN), una organización sin ánimo de lucro dedicada a potenciar el tamaño y efectividad del sector de las inversiones con impacto social, celebraba la gran acogida del sector y el rápido crecimiento de los actores que conforman la inversión de impacto en el mundo.

Y es que el volumen de capital destinado a este tipo de inversión ha aumentado sustancialmente en los últimos años. Según la encuesta del GIIN de 2019, el tamaño de mercado de la inversión de impacto alcanzó en 2018 los 502 mil millones de dólares en activos invertidos bajo gestión, más del doble respecto al año anterior, 228 mil millones de dólares. Año tras año, la cantidad de activos financieros de impacto bajo gestión ha ido duplicándose, lo que sugiere que en 2019 el mercado podría haber alcanzado el billón de dólares. En este escenario de euforia, nace el concepto de ‘capital catalítico’.

¿Qué es el ‘capital catalítico’?

Cuando hablamos de ‘capital catalítico’ nos referimos a un capital de inversión paciente, flexible y tolerante al riesgo. El capital catalítico es deuda, capital, garantías y otras inversiones que aceptan un riesgo desproporcionado y/o rendimientos modestos en relación con una inversión convencional, con el fin de generar un impacto positivo y permitir la inversión de terceros que de otro modo no sería posible.

Según el informe “Catalytic Capital: Unlocking More Investment and Impact”, publicado por la consultora Tideline, el ‘capital catalítico’ se presenta como una nueva vía de financiación enmarcada en la inversión de impacto, fundamental para continuar impulsando un impacto profundo, alcanzar nuevos sectores y regiones y movilizar capital adicional del sector privado. Es clave a la hora de conseguir movilizar los 5 a 7 billones de inversión del sector privado que se estiman necesarios anualmente para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS).

Un capital para el inversor con 'propósito'

Este tipo de capital es adecuado para aquellos inversores que desean apoyar a empresas o fondos con un alto potencial de impacto, pero que, al encontrarse en fases demasiado tempranas o ser demasiado arriesgados, tienen dificultades para conseguir financiación. Son proyectos que esperan generar un rendimiento modesto o requieren un horizonte temporal de inversión más largo. 

Los inversores de capital catalítico suelen estar fuertemente alineados con unos valores sociales y/o medioambientales, una misión y un mandato de inversión que les obliga a priorizar el impacto, por lo que aceptan rendimientos más bajos o un riesgo mayor que otros para garantizar el impacto de la operación que desean impulsar. Entre ellos se incluyen fundaciones patrimoniales, instituciones públicas de desarrollo, organizaciones familiares, particulares, compañías y fundaciones corporativas.

Este nuevo modelo se dirige fundamentalmente a las regiones y poblaciones más vulnerables para impulsar a emprendedores y gerentes que sean motores de cambio en sus propias comunidades, y pone el foco en el apoyo a sus negocios para que alcancen la envergadura y solidez que les permitan acceder a la inversión -sea esta de impacto o no- requerida en etapas posteriores. En definitiva, este tipo de financiación es interesante para las carteras de inversores con 'propósito', que pueden desempeñar un papel fundamental en el aumento de la amplitud y profundidad del impacto social y medioambiental y en el logro de los ODS.