Según el Global Impact Investing Network (Annual Impact Investor Survey, 2020), el mercado global de inversión de impacto asciende a US$715 mil millones. Basado en los activos bajo administración de los inversores encuestados y excluyendo outliers, Latinoamérica representa el tercer destino de inversión (12%), después de Estados Unidos/Canadá (30%) y Europa Occidental (15%), así como una de las tres regiones de mayor crecimiento (21% en promedio para el período 2015-2019, es decir 4% por encima de la media global).
Con la aceleración de la inestabilidad política, económica y social que atraviesa la región desde 2019 (producto de eventos como el estallido social con epicentro en Chile, la dimisión y denuncia de golpe de estado por Evo Morales en Bolivia, el nuevo default en Argentina y los ya 5 millones de migrantes y refugiados venezolanos), ahora potenciada por la pandemia, el caso para la inversión de impacto se hace aún más fuerte. No solo fluye capital internacional (con inversores como Blue Like an Orange habiendo cerrado recientemente un fondo de US$200 millones con foco exclusivo en Latam) y fondos de desarrollo (la Corporación Andina de Fomento acaba de emitir su primer Bono Social por €700 millones para paliar los efectos del COVID), sino que también los inversores locales, como fondos tradicionales, family offices y fondos y fundaciones corporativas se suman a las filas de la 'Revolución del Impacto'.
Como ejemplo, la semana pasada, Acumen LatAm Impact Ventures realizó el cierre de su primer fondo, contando con LPs como Bancoldex, Mercantil Colpatria, Fundación Bancolombia, Fundación Sura y Fundación WWB Colombia. El fondo de US$28 millones buscará invertir en compañías de etapa temprana cuyo objetivo sea resolver los desafíos de la base de la pirámide en sectores como agricultura, educación, acceso a empleo y energías limpias. Por su parte, al anunciar el cierre de su segundo fondo de impacto por US$30.3 millones, Adobe Capital resaltó la mayor participación de inversores mexicanos con respecto al primer fondo. La movilización del capital privado local hacia el impacto va en aumento y ya no se cuestiona el “por qué” sino el “cómo”.
Este “caldo de cultivo” está signado por la innovación. El desarrollo de la inversión de impacto en Latinoamérica se ha apalancado sobre la tecnología y el boom de capital riesgo que se observa en la región. Según el último reporte anual de inversión en tecnología de LAVCA (Asociación para la Inversión de Capital Privado en América Latina), la inversión de tipo VC se ha duplicado año a año desde 2016, ascendiendo a US$4.6 mil millones a cierre de 2019. En términos de cantidad de deals, sectores como 'Fintech' y 'Biotech/Healthtech' llevan la delantera, mientras que 'Edtech' aparece en sexto lugar. 'Fintech' también lidera en términos de monto invertido. En términos de transacciones destacadas, 'Foodtech' aparece como otra de las industrias hot. En este sentido, y más allá de que las microfinanzas y la agricultura continúen siendo los sectores de más peso en Latinoamérica (ANDE 2020), la intersección entre impacto y tecnología posiciona a los verticales de inclusión financiera, educación y salud como claves en la región.
Esta tendencia a la innovación no tiene que ver exclusivamente con lo tecnológico. En línea con la necesidad de nuevos mecanismos financieros que apalanquen al capital público y filantrópico a la hora de resolver los retos sociales más complejos, Latinoamérica está impulsando el uso de instrumentos de pago por resultados. En 2017, Colombia lanzó “Empleando Futuro”, el primer Contrato de Impacto Social (CIS) no sólo de la región y sino que de un país en desarrollo, con el objetivo de emplear a personas en situación de vulnerabilidad. Según la Red Latinoamericana de Pago por Resultados (cuya fundación en 2019 constituye un hito en sí misma), en el último año, Colombia finalizó la ejecución de este programa y lanzó un segundo bajo el mismo vertical (“Cali Progresa con Empleo”), mientras que Argentina continuó con la ejecución de su primer CIS (“Proyectá tu Futuro”), lanzado en diciembre de 2018, cuyo objetivo es emplear a jóvenes vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires.
Por su parte, Chile comenzó a ejecutar el programa “Primero Lee” con el fin de mejorar la comprensión lectora de niños vulnerables y tanto México como Brasil iniciaron procesos de estructuración de tres nuevos CIS. México en empleo y Brasil en salud y educación. Finalmente, hace algunas semanas, Colombia volvió a ser pionero al lanzar el primer Fondo de Pago por Resultados de la región en el marco de su programa de CIS y como resultado del trabajo articulado entre BID Lab, la Embajada de Suiza en Colombia – Cooperación Económica y Desarrollo (Seco) y Fundación Corona y Prosperidad Social.
Más allá de que al analizar el nivel desarrollo del mercado de impacto existen, a grandes rasgos, dos grupos de países (Brasil, Colombia y México, versus el resto, aunque con países como Argentina y Chile escalando posiciones), los principales desafíos son compartidos. Los inversores suelen resaltar: (i) la dificultad para encontrar oportunidades investment ready, (ii) la falta de instrumentos y estructuras de financiamiento adaptados a la realidad de la inversión de impacto en la región (como, por ejemplo, instrumentos de revenue-based financing que mitiguen el riesgo de liquidez dado el número limitado de inversiones que cuentan con una estrategia de salida clara, o instrumentos de capital paciente que permitan movilizar este tipo de capital a escala), y (iii) el gap de financiamiento que experimentan los emprendedores en etapas tempranas (y que retroalimenta el primer punto ya que es la inversión early-stage, que suele acompañarse de soporte no financiero, la que asegura que exista un pipeline de calidad en las etapas siguientes).
Finalmente, Latinoamérica no escapa al reto de la sofisticación y estandarización de las prácticas de medición y gestión de impacto señalado en la encuesta del GIIN como uno de los principales problemas para que la inversión de impacto prospere. Según el último reporte de ANDE sobre Inversión de Impacto en Latinoamérica, si bien el 80% de los inversores encuestado mide, la mitad continúa utilizando herramientas propias.
A pesar de estos desafíos y de que América Latina enfrenta una de sus mayores crisis políticas, económicas y sociales de las últimas décadas, el 41% de los encuestados por el GIIN planea incrementar su asignación de activos a la región en los próximos 5 años. Todo parecería indicar que Latinoamérica continuará representando uno de los principales mercados de inversión de impacto a nivel global y que constituirá un campo de prueba clave para comprobar que es posible generar retorno financiero junto con impacto medible en economías emergentes.
Pilar Cristobal es colaboradora de SpainNAB, el Consejo Asesor Nacional para la Inversión de Impacto, el órgano consultivo, de carácter independiente e intersectorial, que representa a España ante el GSG.
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