Cuando se trata de emprender, cada historia es única, pero hay un hilo común que une a muchas mujeres emprendedoras: el impulso de crear algo que aporte a mejorar el mundo.
Mi nombre es Leticia Galdón, fundadora de la startup Blue Hope, y quiero contaros cómo está siendo mi experiencia en el emprendimiento social.
En mis tiempos de universidad tuve un profesor que solía decir: “Quererte es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo.” Recuerdo que en aquel momento, la frase me llamó la atención, pero no le di mayor trascendencia. Sin embargo, cuando unos años después comencé a emprender, en el sector social la frase cobró todo el sentido.
Emprender es duro, y eso lo sabemos todos. Pero el emprendimiento social lo es aún más porque lo que nos motiva es encontrar la solución a un problema humano que realmente nos conmueve. Y si es tan duro, ¿por qué no nos dedicamos a algo más fácil?, porque ya lo decía mi profesor: “alguien tiene que hacerlo” y, sobre todo, si te mueve la necesidad de ayudar a que la vida sea un poquito mejor. Y esa responsabilidad y compromiso con el problema es lo que marca la diferencia y te impulsa al éxito. En mi caso, me he centrado en mejorar y acelerar la integración de las personas refugiadas en el mercado laboral.
Mi viaje como emprendedora comenzó mucho antes de lanzar mi primera empresa, aunque en ese momento no lo supiera. Siempre he sido una persona creativa y apasionada, impulsada por el deseo de crear un impacto positivo en el mundo que me rodea. Desde el colegio hasta la universidad, he impulsado proyectos solidarios.
Sin embargo, no fue hasta que me fui a Londres y conocí a fundadores de startups, muchos de los cuales venían de haber estado emprendiendo en Silicon Valley, que no me planteé que quizás yo también podría impulsar una empresa con impacto ayudándome de las metodologías que ellos seguían. Siempre había pensado que para emprender había que tener una idea brillante, y a través de ellos, me di cuenta de que no, que lo que hace falta es encontrar un problema que realmente te importe y apostar por encontrar una solución.
Durante todos estos años me he enfrentado a todo tipo de situaciones, tengo para escribir un libro de anécdotas, y si algo he aprendido es que ni cuando todo te va bien, eres tan bueno, ni cuando todo te va mal, eres tan malo. Emprender es una montaña rusa emocional con altibajos que muchas veces no dependen de ti, pero donde es esencial mantener el foco en lo que es realmente importante y desarrollar una mentalidad de crecimiento. No se trata de ser la mejor, sino de cada día ser mejor que el día anterior, y no perder el empeño.
Cuando me lancé a emprender conocí dos tipos de personas, los que se alegraban por mí y me animaban, y los que tenían miedo de que fracasase y perdiera tiempo y dinero. Fue esencial crear una comunidad que entendiera mi forma de vida y mi motivación, para sentirme acompañada e impulsar el lanzamiento del proyecto.
Es más, yo diría que emprender no sería posible sin las personas y organizaciones que nos apoyan y se unen al proyecto. Es muy importante elegir de quién te quieres nutrir y con quién quieres co-crear. Yo en este sentido, tengo muchísima suerte por haberme topado con María Ángeles León y su fundación Open Value, que tiene un equipo increíble de personas que me han acompañado en todo el camino. Si bien es cierto que el camino está lleno de obstáculos, cuando das con personas que realmente creen en tu visión y en tu potencial para hacerlo realidad, es un lujo. Plataformas de emprendimiento y comunidades que generan espacios seguros para que las emprendedoras podamos sortear los altibajos del emprendimiento son esenciales.
El segundo gran aprendizaje llegó cuando percibí que en el mercado un proyecto social se suele considerar menos potente que un proyecto que busca únicamente un crecimiento económico exponencial. Esto me molesta y sigo defendiendo que es un razonamiento muy pobre pensar que solo ganar dinero es importante porque si lo combinas con mejorar la sociedad entonces haces pleno y es más sostenible y más satisfactorio para las personas. Cuando tu motivación es generar un modelo de negocio sostenible que ayude a resolver un problema social importante a escala, y además activas la economía, entonces, el resultado es brutal, es un win-win.
Otro obstáculo en mi camino ha sido defender el proyecto siendo una mujer joven. Es muy fácil sentirse desinflada cuando te aplauden por dedicarte a lo social, pero no te dan la prioridad que necesitas para impulsarte comercialmente. A veces juventud y mujer no son una buena combinación en algunos sectores de negocio.
Así que aquí viene el siguiente aprendizaje, lo más importante es creer en ti y en que eres capaz de hacer algo que no se ha hecho antes. Creer en ti misma conlleva confiar en tu capacidad de reaccionar ante la adversidad. Superar el miedo a cometer errores, a equivocarte. Porque tenemos la garantía de que si actuamos siempre aprenderemos de ello. Muchas veces, nos quedamos estancadas en la caída porque no somos capaces de aceptar que nos podemos equivocar, y mientras nos estamos flagelando, otro ya ha montado tres empresas y nos ha adelantado por la derecha y perdemos una oportunidad. Por eso creo que como mujeres emprendedoras debemos ser conscientes de que la sobreexigencia nos puede frenar y que es importante ser compasivas con nosotras mismas, sacudirnos el polvo y seguir intentándolo con convicción y constancia. A mí esto es algo que me ha costado mucho aprender, y que lo considero vital para el emprendimiento social.
Creer en ti misma también supone saber escuchar a tu intuición y confiar en tu instinto. Algo que no es fácil cuando juntas el nivel de incertidumbre, riesgo y presión que supone estar al frente de un proyecto. Por eso es fundamental buscar momentos para uno, para pensar, bajar revoluciones y escuchar más allá del ruido del día a día. Las mejores ideas se me ocurren paseando por la naturaleza, esto me permite tomar distancia, oxigenarme y poner las cosas en perspectiva.
Es también muy importante tener como referentes mujeres que están al frente de grandes empresas e iniciativas, porque si todas nuestras referencias son masculinas puedes caer en la trampa de cambiar tu forma de ser para encajar en un patrón, y eso va a ir en tu contra y te vas a sentir más insegura. A mí me ha pasado, recuerdo un día cenando en casa que mis padres me preguntaron que por qué hablaba de esa forma, se sorprendieron porque en vez de ver a su hija, veían claramente que había adoptado una pose que no era mía y les preocupó. Lo que realmente estaba pasando es que tenía tanto miedo, que me estaba comportando como pensaba que los demás me iban a aceptar más y sin embargo generó el efecto contrario. Moraleja, tu autenticidad es tu mayor aliada. Al final la gente cree e invierte en personas, y es importante que protejas tu esencia y no tengas miedo de ser quien eres. Seguramente eso es lo que te ha llevado hasta aquí.
Es cierto que para los hombres, en general, mostrar las emociones te hace vulnerable y se considera algo negativo. Pero, desde mi punto de vista, la emoción es una fortaleza. ¿Cómo te vas a dedicar al emprendimiento social y no vas a sentir? Si justamente es esa emoción de injusticia, de rabia, de tristeza… lo que te ha hecho dar un golpe en la mesa y liarte la manta a la cabeza. Debemos abrazar ser mujer y aprovechar nuestros rasgos de identidad como la empatía que nos ayuda a entender el mercado y detectar necesidades.
Por eso creo que es tan importante, como emprendedora, rodearte de otras mujeres que han impulsado grandes proyectos, porque en ellas reconocerás tu grandeza. Las mujeres auténticas y con seguridad en sí mismas, intimidan porque no juegan al juego de los egos. Estas mujeres, tienen una fuerza imparable, y es que saben que tienen la capacidad de aprender, de encontrar los recursos y aliados necesarios para sacar sus proyectos adelante.
Si yo tuviese la oportunidad de decirle algo a mi yo de hace 8 años que estaba a punto de emprender, le diría: confía en tu instinto, no dejes que nadie te haga sentir que tu criterio vale menos, no te dejes intimidar por grandes títulos, y rodéate de gente que te haga sentir que lo vas a conseguir. Tu fortaleza es tu capacidad de crear y tu inteligencia emocional para reaccionar ante las situaciones de adversidad. No te acomodes bajo el manto de aquellos que te quieren proteger porque en el fondo, lo que están haciendo es limitar tu potencial. En la adversidad encontrarás los aprendizajes que te llevarán al éxito, y tienes la capacidad de ir más allá de lo que tú te crees. Así que sal de tu zona de confort y vuela.
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