El ritmo de crecimiento de la inversión de impacto parecía indicar que la brecha de financiación que impide alcanzar los ODS para 2030 podría cubrirse gracias a este tipo de inversiones. Sin embargo, con la crisis del coronavirus el panorama ha cambiado. Hoy las perspectivas son menos halagüeñas y es necesaria la implicación de todo tipo de organizaciones y de todo el espectro de capital disponible.
En GAWA Capital siempre hemos defendido que la inversión de impacto es esencial para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS). Las inversiones financieras mueven la economía del mundo. Si se les dota de propósito, pueden ser una herramienta poderosa para generar un profundo cambio en la economía, para que sirva a las personas y al planeta.
El crecimiento de la inversión de impacto, en términos de activos bajo gestión, demuestra que este cambio comienza a realizarse. En la décima edición del informe de Global Impact Investing Network (GIIN) publicado hace unas semanas, se estima un tamaño global del sector de 715 mil millones de dólares al cierre de 2019. Esto supera los 400 mil millones de dólares que el primer informe de GIIN de 2010 estimaba para 2020, luego el crecimiento está siendo más alto de lo esperado.
Estos 715 mil millones suponen un 42% más que la cifra del año anterior, lo que proyectado hasta el 2030 supondría que realmente se podrían cubrir los 25 billones de dólares de brecha para cumplir los ODS. Estos datos positivos eran corroborados por la International Finance Corporation que anuncia que la parte privada de la inversión de impacto había alcanzado 200 mil millones al cierre de 2019, lo que refleja el papel protagonista que debe tomar el sector privado en un campo que históricamente ha estado dominado por la inversión pública, fundamentalmente de las Instituciones Financieras de Desarrollo.
En medio de este estado de gran esperanza, llega inesperadamente el COVID y cambia las reglas del juego. La brecha de inversión para cumplir los ODS aumenta de 25 billones a un estimado entre 50 y 70 billones de dólares, ¡una enorme cuantía a cubrir en menos de una década! La trágica realidad humana que corresponde a este aumento de necesidad de financiación se traduce en 500 millones de personas que van a caer en la pobreza extrema y un 42% de las micro y pequeñas empresas que van a desaparecer en los próximos 6 meses.
Sin duda este inmenso reto exige involucrar a todo tipo de organizaciones, tanto públicas como privadas y a todo el espectro de capital disponible, desde el privado e institucional al capital público. En otras palabras, actuar tal y como recomienda el ODS 17 de alianzas para el desarrollo. Por desgracia esta vez el liderazgo no corresponderá al sector público ya que la inversión pública se verá limitada por la caída en recesión de las economías del mundo. El principal motor del cambio tendrá que venir de la movilización de una ingente cantidad de inversión privada.
La forma de provocar esta movilización de capital privado debería venir de mecanismos de financiación combinada (o 'blended finance'). La financiación combinada consiste en juntar distintos tramos de inversión con distintos perfiles rentabilidad-riesgo-impacto. En este tipo de estructuras, los fondos públicos realizan una inversión diseñada para catalizar la inversión privada, bien asumiendo un mayor riesgo o bien asumiendo el mismo riesgo pero renunciando a una parte del retorno a favor de la inversión privada. Esto se realiza suscribiendo tramos de “primera pérdida”, ofreciendo garantías o proporcionando deuda junior flexible a tipos subvencionados.
La financiación combinada ya ha logrado movilizar unos 120 millones de capital privado desde que se formularon los ODS, lo que supone el 60% de la inversión privada de impacto social. En esta década puede demostrar con más fuerza su capacidad de movilizar fondos privados. Para ello, las facilidades de 'blended finance' de organismos multilaterales como la Unión Europea o Naciones Unidas deberán contar con mayores recursos. Estos recursos públicos se multiplicarán por 4 veces gracias al dinero privado, que entrará porque cada vez hay más inversores que buscan dar un propósito a sus inversiones mientras que los bancos privados y gestores de patrimonio irán cubriendo esa creciente demanda de sus clientes.
En SpainNAB, el consejo asesor español para la inversión de impacto, estamos potenciando la financiación combinada y la distribución de productos de impacto. También estamos diseñando un marco claro para distinguir lo que es verdaderamente la inversión de impacto y lo que se denomina “green washing” o “impact washing”. Sólo la verdadera inversión de impacto, con vocación transformadora, puede resolver los fallos de mercado que nos impiden llegar a los ODS en 2030.
Desde SpainNAB trabajaremos para que el sector público y el privado estén a la altura del reto que tenemos por delante. Pero sobre todo no dejaremos de soñar con ese mundo que nos pintan los ODS en 2030 y que nos sirve de inspiración para continuar nuestra labor.
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