Las mujeres llevan siglos realizando una carrera de fondo en la reivindicación de sus derechos, y aunque el discurso sobre la igualdad de género está cada día más vigente, aún no se ha conseguido alcanzar una igualdad real como se puede comprobar en la Agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Las sociedades modernas se construyeron sin la participación de las mujeres, que quedaron excluidas del ámbito público, es decir, del ámbito de toma de decisiones. De esta situación, se heredó una cultura de desigualdad que quedó arraigada en la población y se disfrazó de normalidad. Es precisamente este hecho, presente hasta en las acciones más pequeñas de nuestra cotidianidad, el que tenemos que identificar y cuestionar para, posteriormente, ser capaces de cambiarlo.

En este proceso de cambio global en el que estamos inmersos, entra en juego esta nueva forma de repensarnos, que debe alcanzar a toda la estructura social. Un claro ejemplo es el sector financiero, un mundo en el que las mujeres hacen frente a un techo de cristal difícil de traspasar, pero en el que poco a poco han ido consiguiendo una mayor presencia, representación y poder. Tanto es así que, según un artículo del periódico Elmundo.es, el 27% de gestores de fondos de inversión en España son mujeres. 

El conjunto de estos cambios sociales ha introducido dos factores nuevos al mundo financiero que le han añadido más valor, por un lado y cómo ya hemos señalado, la presencia de mujeres como gestoras de fondos de inversión y por otro, el nacimiento y crecimiento de las inversiones de impacto, aunque no estamos afirmando que uno sea consecuencia del otro.

La inversión de impacto busca no sólo la rentabilidad sino también el beneficio social o medioambiental y resulta que, según muestran los datos, el 84% de las mujeres prefieren invertir con propósito. Se demuestra así que se está produciendo un cambio real y que las mujeres tienen muchas novedades que aportar al ámbito financiero.

Es importante recordar que, durante años, se ha educado de manera diferente a niñas y niños. Mientras que para ellas “los cuidados” se situaban en el centro de sus vidas, en los niños se fomentaba un mayor desarrollo de la individualidad y del crecimiento personal. En la práctica, esto se ha traducido en una alta feminización del ámbito de lo social, es decir, la mayoría de las profesiones relacionadas con el mundo de los cuidados están ocupadas por mujeres.

A esta situación se ha sumado la falta de reconocimiento social de los cuidados tanto a nivel relacional como económico, olvidándonos de que el trabajo no remunerado que han hecho las mujeres en el ámbito privado a lo largo de la historia ha sido esencial para el mantenimiento del sistema capitalista.

Este panorama demuestra que el siguiente paso a dar consiste en reconocer el valor que las mujeres y sus experiencias tienen que aportar para la redefinición de un mundo financiero que sea cada vez más justo, en el que se sitúen los aspectos sociales como parte imprescindible de la economía.

Sin embargo, no podemos olvidarnos de que el verdadero cambio sólo se producirá cuando exista una corresponsabilidad real en la que los cuidados pasen a ser patrimonio y prioridad de todas las personas. Sólo así podremos crear una nueva forma de entender la sociedad en general y la economía en particular, desde el reconocimiento, la reflexión, la implicación y la acción de todos los agentes sociales. Sigamos avanzando con propósito.