Recibí la sugerencia de escribir un artículo sobre la inversión con propósito. Pero, en estos días, es difícil escribir sobre algo distinto al coronavirus. Nos encontramos inmersos (o mejor dicho, confinados) en uno de los mayores desafíos de la historia reciente de la humanidad. Algunos dicen que, cuando salgamos de esta, el mundo será muy diferente al que hemos conocido hasta ahora.
Resulta curioso: este era un riesgo no previsto. O, al menos, no se encontraba entre los más probables (no aparecía entre los 10 riesgos globales que menciona el World Economic Forum en su informe de 2020). De los identificados, los 5 primeros eran todos riesgos medioambientales, 3 de corte social y los otros dos tecnológicos.
Pero, ¿qué tiene que ver el coronavirus con la inversión con propósito? Creo que la relación se establece a través de la palabra vulnerabilidad, que, en definitiva, envuelve al Coronavirus y a todos los riesgos anteriores. Y el Covid-19 nos lo ha hecho más evidente y de una forma brutal.
Esta crisis sanitaria muestra nuestra vulnerabilidad frente a los riesgos. Aparte del drama humano, el Covid-19 ha hundido las bolsas, tiene el potencial de hacer entrar en recesión a un importante número de economías, y su final todavía es incierto.
En esta ocasión ha sido una pandemia, pero mañana puede ser el cambio climático o los desastres naturales que lleva aparejados, o tal vez las revueltas por el descontento social asociadas a la desigualdad. Necesitamos sociedades y economías más sólidas y expuestas a menos riesgos.
Existe una demanda creciente de la sociedad que aboga por una economía que conlleve mejores efectos ambientales y sociales. La Unión Europea ya se ha hecho eco de ella y está impulsando importantes cambios regulatorios en las entidades financieras. Pero estas se deben a los clientes, a los inversores, así que la clave está precisamente ahí: en la forma de actuar del inversor.
La inversión está llamada a jugar un papel relevante en este ámbito. Tradicionalmente, los criterios de inversión tenidos en cuenta han sido la rentabilidad y el riesgo. Pero ahora necesitamos más que nunca considerar también el impacto, entendido como la contribución positiva que las inversiones pueden tener en la sociedad. La buena noticia es que no es necesario renunciar a la rentabilidad.
Sin embargo, la realidad es que existen pocos inversores que se pregunten dónde se invierten sus ahorros cuando estos se delegan en su banco o gestora. Tiene muchas implicaciones -en términos de impacto en la sociedad- el que se invierta en un sector u otro, en una empresa convencional o en una con modelos de negocio sostenibles (integrando en su manera de producir tecnologías y procesos más eficientes y de mejor impacto medioambiental, así como condiciones de trabajo más favorables para sus trabajadores).
El inversor tiene un enorme poder de influencia sobre las entidades financieras, pero la realidad es que no lo ejerce. Es como si, al entrar en una entidad financiera, nos pusiéramos una venda sobre los ojos y no quisiéramos que nos cuenten en qué invertimos.
Sin embargo, a la mayoría de nosotros no nos gustaría enterarnos de que con nuestros ahorros se están financiando empresas altamente contaminantes, o empresas de apuestas que generan problemas de adicción en los jóvenes, o empresas tecnológicas en cuyas cadenas de suministro, conformadas por proveedores locales de países en desarrollo, se dan quebrantamiento de derechos humanos o explotación infantil.
¿Por qué, entonces, el inversor debería cambiar su forma de actuar? Existen varias razones. En primer lugar, está la perspectiva económica: la mayor parte de los estudios sobre rentabilidad de las inversiones con propósito muestra una evolución más positiva que las equivalentes sin consideraciones de impacto. En segundo lugar, la social: si la inclusión de un criterio adicional en mi decisión de inversión no mina mis objetivos de rentabilidad y además contribuye positivamente a la sociedad, parece razonable hacerlo. Y, en tercer lugar, la existencial: actuando de forma coherente con nuestros principios y valores -también en la inversión- hacemos realidad una vida con más propósito, con más sentido, con más significado.
Para saber cómo hacerlo hemos desarrollado la Guía “Invertir con propósito” que podéis descargar aquí. Está diseñada y redactada de forma didáctica para una fácil aproximación a esta filosofía de inversión. Hemos intentado hacer sencillo el acercamiento al complejo mundo de la inversión desde esta perspectiva. Pero aun así, te va a requerir un poco de tiempo. En todo caso será, y nunca mejor dicho, un tiempo bien invertido. Hazte inversor con propósito. Te aportará rentabilidad, significado, reducirás los riesgos y contribuirás a una sociedad mejor. Qué más quieres.
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