La mujer, en la sociedad africana, es la columna vertebral de la familia y el motor de desarrollo; y a pesar de tener todas las obligaciones familiares, no se le reconocen los mismos derechos que al hombre. Como ejemplo de ello, la mujer burkinabé sigue estando excluida de los procesos de decisión en el ámbito familiar, y tiene una escasísima participación a nivel local o nacional.
En Rimkieta, un barrio de la capital de Burkina Faso (país que ostenta el puesto 184/191 en el índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas y cuya economía se sustenta en la agricultura y ganadería) las condiciones de vida son muy precarias. Hay un escaso acceso a infraestructuras básicas de sanidad, educación y saneamiento, lo que hace que las mujeres sobrevivan al día a día y enfrenten terribles dificultades para sacar adelante a sus familias: desde encontrar un trabajo digno con el que alimentar a la prole y atender a sus necesidades más vitales de salud, higiene y educación; hasta tener acceso a algo tan imprescindible como es el agua y a cualquier fuente de calor para cocinar o tener luz.